EXPERIENCIAS
DE MUSEOS I
Por
mi vocación y mi curiosidad, en cada pueblo o ciudad que conozco, visito sus museos.
Los
museos son la mejor carta de presentación de cualquier rincón del mundo porque
nos permiten conocer su historia y
su cultura.
La
buena o mala experiencia en cada uno de ellos depende de muchos factores. De la
amabilidad de su personal, de las facilidades idiomáticas, de la
confortabilidad de sus instalaciones, de un discurso expositivo claro y de no
encontrarse con aglomeraciones. Estos son a grandes rasgos, los indicadores de
una grata o terrible experiencia.
Las
grandes colas de gente pueden hacer que de aquél museo que tenías tantas ganas por
conocer, acabe por agotarte antes de entrar. Esta situación la viví en la Capilla Sixtina y en el Musée d’Orsay, por citar algunos
ejemplos. Las aglomeraciones impedían disfrutar de sus obras maestras y salías
de allí con un mal sabor de boca.
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Capilla Sixtina |
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Musée d'Orsay
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En
cambio, en museos sin grandes expectativas depositadas a priori, me han
sorprendido mucho. Es el caso del museo Gulbenkian
de Lisboa por su increíble colección y sus instalaciones o la casa natal de Goya en Fuendetodos. Un pueblo perdido en medio
de la nada, cuya casa me sorprendió por su simplicidad y trajo a mi memoria la
casa de mis abuelos.
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Casa natal de Goya. Fuendetodos |
Estos
son algunos de los ejemplos, también podría citar el Monasterio del Escorial de Madrid por su discurso dirigido con
claras y breves descripciones o el Neuschwanstein
de Fuessen, un auténtico castillo de
cuento de hadas o la casa Swarovski
en Innsbruck por sus brillantes escenografías.
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Neuschwanstein de Fuessen
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Museo de Swarovski de Innsbruck |
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Como
ejemplo de ambas experiencias a la vez, citaré el caso del Museo Cau Ferrat de Sitges. Cuando lo visité por primera vez con el
colegio, sus salas me abrumaron, sus paredes repletas de obras me confundían. Con
los años, y en medio de mis estudios de Historia del Arte, volví a visitarlo.
Todo seguía igual, conservaba intacta la pátina del tiempo, la época del modernismo, la vida de Rusiñol, pero mi mirada había cambiado.
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Museo Cau Ferrat de Sitges |
Durante dos horas permanecí
inmóvil ante sus obras, ¿quién me iba a decir, que con los años, acabaría
conociendo todos sus rincones?.
Y es
que la mirada hay que educarla, para
no perder la luz de los tesoros que nos encontramos a lo largo de nuestra vida
y que no aparecen citados en ninguna guía.
Visitar museos es un placer que
enriquece nuestro conocimiento, y nos permite aproximarnos al arte y la cultura
de los lugares que visitamos. Son experiencias que no se olvidan.
¿Y
para vosotros?, ¿Cuál ha sido vuestra
mejor o peor experiencia en un museo?.
Marta
Torrijos